Negarse a sí mismo

Muy buenos días en esta hermosa mañana de miércoles. Hoy quiero compartir contigo una palabra poderosa que está en Lucas 9:23-24:

“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.”

Muchas veces pensamos que el llamado de Dios, el ministerio y el servicio cristiano deberían ser siempre fáciles y agradables, sin dificultades ni desafíos. Nos gustaría que todo fuera sencillo y sin pruebas. Pero la realidad es que seguir a Cristo también implica sacrificios, renuncias y momentos difíciles.

Jesús no nos engañó. Él dijo claramente:

  1. Negarse a sí mismo. Esto significa poner a un lado nuestros deseos personales, nuestras propias agendas y aún aquello que más nos gusta, para decir: “Señor, hoy me niego a mí mismo para hacer tu voluntad.”
  2. Tomar nuestra cruz cada día. Tomar la cruz es aceptar el llamado al sacrificio y a la entrega. Es decidir crucificar nuestro ego y dejar que Cristo viva y se manifieste en nosotros.
  3. Seguirle. Solo cuando morimos a nosotros mismos, verdaderamente podemos seguirle y experimentar la vida abundante que Él ofrece.

Jesús añade: “El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por causa de mí, la salvará.” En otras palabras, si vivimos para nosotros mismos, terminaremos perdiéndolo todo. Pero si estamos dispuestos a perderlo todo por amor a Cristo, entonces encontraremos la verdadera vida.

El ministerio y el llamado de Dios incluyen momentos de dificultad, momentos donde debemos testificar —ser testigos— incluso a costa de nosotros mismos. Como dice Hechos 1:8, el poder del Espíritu Santo viene sobre nosotros para ser testigos, y ser testigos implica entrega, renuncia y a veces sufrimiento. Pero nunca estamos solos: Él está con nosotros y su recompensa es segura.

Hoy oro para que el Señor nos ayude a negarnos a nosotros mismos, a dejar de lado lo que más nos gusta y a permitir que Cristo viva plenamente en nuestros corazones. Que recordemos que el ministerio no se trata de nosotros, sino de Él; no de nuestra comodidad, sino de su propósito eterno.

Padre, aquí estamos delante de ti, reconociendo que seguirte muchas veces significa sacrificio y renuncia. Ayúdanos a negarnos a nosotros mismos, a cargar la cruz cada día y a seguirte con todo el corazón, sabiendo que tu gracia y tu poder son suficientes. Que nuestro mayor anhelo sea agradarte a ti y no a nosotros mismos.

Esto no se trata de nosotros, se trata de ti, Señor.
¡Que tengas un miércoles lleno de su presencia y propósito!
Abrazo fraternal.