
Muy buen día. Que la mano poderosa de Dios esté con cada uno de nosotros.
La Palabra del Señor nos dice en Efesios 6:12:
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.”
¿Cuántas luchas hemos tenido en nuestra vida como creyentes? ¿Cuántas batallas hemos peleado? A veces, pensamos que nuestra lucha es contra una persona, una situación, o las circunstancias difíciles que atravesamos, y olvidamos que, detrás de muchas de ellas, hay una realidad espiritual.
Sin espiritualizarlo todo, no podemos ignorar que estamos envueltos en una constante batalla espiritual. Todos los días enfrentamos adversidades y asechanzas del enemigo. Por eso, cada mañana necesitamos levantarnos y ponernos en la brecha: orar, entregar nuestra vida, nuestro espíritu y nuestra carne al Señor, para que Él tome el control y pelee por nosotros.
Tu lucha no es simplemente contra una adicción o contra pensamientos negativos; tu verdadera batalla es contra el enemigo que busca robarte la paz y desviarte del propósito de Dios, usando precisamente esas áreas débiles, esas obras de la carne, para intentar vencerte. Es ahí donde debemos pelear y reprender, en el nombre de Jesús.
Oremos:
Padre, en esta mañana te pedimos sabiduría y discernimiento para entender que nuestra lucha no es carnal, sino espiritual. Ayúdanos a mantenernos firmes, a clamar y a cerrar toda brecha para que, en el nombre de Jesús, toda obra de la carne y todo plan del maligno sean anulados. Espíritu Santo, cúbrenos y fortalécenos para pelear la buena batalla de la fe. Gracias, Señor, porque cada día nos enseñas a mantenernos en la brecha, clamando y reprendiendo toda obra del enemigo. Declaramos que hoy será un día de victoria, de paz y de bendición, porque tú estás de nuestro lado. En el nombre de Jesús, amén.
Que tengas un día bendecido. Recuerda: tu lucha no es humana, es espiritual. Pelea en el Espíritu, y la victoria será tuya. Un abrazo en Cristo, y que Dios te dé visión y fuerza para este nuevo día.