
Muy, pero muy buen día, mi estimado consiervo y consierva. Hoy quiero compartir una palabra que arde en mi corazón, tomada de 2 Timoteo 1:6-7, donde el apóstol Pablo exhorta a su hijo en la fe diciendo:
“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (RVR1960)
El verbo avivar significa literalmente darle fuerza a lo que una vez fue encendido. Es volver a encender, a dar calor, a renovar el fuego que un día el Espíritu Santo depositó en nuestro corazón. Es como lo que el Señor dijo a la iglesia en Éfeso en Apocalipsis 2:4-5:
“Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras…”
Avivar la llama no es un evento de una sola vez, sino una disciplina diaria. Cada mañana, cuando nos levantamos, es el momento de decir:
“Señor, aquí estoy, hoy avivo el fuego de tu Espíritu en mí. Sopla sobre mi vida, inflama mi corazón. Que tu llama arda y no se apague, y hazme un canal de bendición para otros”.
No se trata solo de disfrutar internamente la presencia del Espíritu, sino de transmitir ese fuego a quienes nos rodean:
A nuestros compañeros de trabajo, a los hermanos de la iglesia, a la gente que encontramos por el camino. Recordemos el ejemplo de Pedro y Juan en Hechos 3, cuando le dijeron al hombre que pedía limosna en la puerta del templo:
“No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.” (Hechos 3:6)
Ese “lo que tengo te doy” es el fuego del Espíritu, es el poder de Dios fluyendo a través de una vida avivada.
Hoy te animo: Si sientes que el fuego se ha apagado, ora conmigo:
“Padre, trae ese fuego sobre nosotros; avívalo, Señor, si está apagado, y haznos canales de bendición para los que nos rodean. Que tu iglesia sea pertinente, viva y encendida, proclamando a Cristo con pasión y poder.”
Quizás tú, que lees o escuchas esto, te has sentido sin fuerzas, sin motivación. Hoy te presento a Jesucristo, el que bautiza con Espíritu Santo y fuego. Deja que Él encienda tu vida y te llene de propósito.
Que tengas un día lleno de la gloria de Dios, fruto de ese fuego y fruto del Espíritu Santo, que quiere guiarte y llenarte cada día.
Un abrazo en Cristo,
Rigoberto Salazar